"Dormida, de repente, sentí que alguien acariciaba mis pies.
No podía moverme.
A mi lado, mi esposo respiraba pesadamente.
Con inusitada rapidez pense: Me levanto de un salto y giro la llave de la luz... El miedo me atenazaba los músculos. No quería ¡No! no podía ni abrir los ojos.
El sudor mojaba mi frente, mi respiración se aceleraba por momentos y mi corazón retumbaba a la vez en mis sienes y en mis oídos.
De pronto, un movimiento de la colcha, por el lateral, dejó entrar aire frío a mis rodillas, sea lo que fuere estaba acercándose a la cabecera de la cama y casi podía notar su aliento ya en mi cintura.
No podía gritar. Algo se arrastraba ahora bajo la cama y la colcha, suavemente, volvió a pegarse a mis piernas.
Entonces pude abrir los ojos. Casi en penumbra... en pié, al lado de mi marido se erguía una figura esbelta de una mujer envuelta en un traje suelto de gasa blanca, tan blanca que... parece transparente... y entonces lo ví. Ví el reloj despertador a través de su pecho.
De pronto... el miedo me atravesó como una puñalada. ¡Me estaba mirando! me miraba y me atravesaba. Comencé a sentir frío, un frío de otro mundo.
Ahora lo que no podía era cerrar los ojos.
Ella se giró y, levantando su brazo señaló al reloj que estaba a su espalda.
Eran las cinco y cinco de la madrugada... Y entonces, desapareció como el que pasa la mano a través del humo.
Tan excitada estaba que pensé que no podría dormir más, pero me sorprendió el despertador a las siete y treinta y uno, como todos los días.
Al levantarme pensé que lo había soñado. Pero ¡Caray! que sueño más real. ¡Qué miedo pasé! Al llegar la noche, había olvidado el incidente sin más. Me dispuse a dormir... A las cinco y cinco... ella volvió.
Esta vez a mi lado. Era tan alta... No parecía querer dañarme. Sólo me miraba suplicante y, de nuevo señaló el reloj. Esta vez no era un sueño. No podía ser. Superando como pude el miedo, planté los pies sobre la mullida alfombra y me dispuse a levantarme y apuntar algo en un papel. Así por la mañana sabría que no lo había soñado, que estaba bien despierta.
Encontré un papel y un boli en la cómoda, delante del reloj... ¿qué pongo? Al ver el reloj, pensé: Pues la hora valdrá. Y apunté "las cinco y cinco".
Al sonar el reloj a las siete y treinta y uno, el primer pensamiento que se me vino a la cabeza fue comprobar si el papelito estaba allí. ¡Oh no! estaba. Allí mismo, donde lo había dejado con la hora apuntada.
Si no recuerdo mal, es la misma hora que ayer... Así ocurrió durante toda la semana.
Al final, casi no me aterrorizaba. Algunos días aparecía a mis pies, otros a mi vera. Con los días y la calma pude observar su rostro. Atormentado, triste... ¿Quién sería aquella mujer? ¿Qué quería de mí? Insistía en señalar la hora. ¿Acaso quería que hiciese alguna cosa en ese momento?
Las preguntas no me dejaban respirar. Durante el día no podía quitármela de la cabeza...
Las cinco y cinco...
Las cinco y cinco...
Y una noche, de repente ¡Lo ví!
En mi reloj, como siempre marcaba las cinco y cinco.
¡Claro! ¡Como he podido ser tan torpe! :
5:05 Lo dice claramente... si en vez de números fueran letras...
¿Qué pondría en el reloj' : S.O.S
Esa mujer me estaba pidiendo ayuda...
Ahora ya no viene a visitarme. Pero mi corazón no descansa. Sé que tengo que ayudarle, pero ayudarle a qué..."
No podía moverme.
A mi lado, mi esposo respiraba pesadamente.
Con inusitada rapidez pense: Me levanto de un salto y giro la llave de la luz... El miedo me atenazaba los músculos. No quería ¡No! no podía ni abrir los ojos.
El sudor mojaba mi frente, mi respiración se aceleraba por momentos y mi corazón retumbaba a la vez en mis sienes y en mis oídos.
De pronto, un movimiento de la colcha, por el lateral, dejó entrar aire frío a mis rodillas, sea lo que fuere estaba acercándose a la cabecera de la cama y casi podía notar su aliento ya en mi cintura.
No podía gritar. Algo se arrastraba ahora bajo la cama y la colcha, suavemente, volvió a pegarse a mis piernas.
Entonces pude abrir los ojos. Casi en penumbra... en pié, al lado de mi marido se erguía una figura esbelta de una mujer envuelta en un traje suelto de gasa blanca, tan blanca que... parece transparente... y entonces lo ví. Ví el reloj despertador a través de su pecho.
De pronto... el miedo me atravesó como una puñalada. ¡Me estaba mirando! me miraba y me atravesaba. Comencé a sentir frío, un frío de otro mundo.
Ahora lo que no podía era cerrar los ojos.
Ella se giró y, levantando su brazo señaló al reloj que estaba a su espalda.
Eran las cinco y cinco de la madrugada... Y entonces, desapareció como el que pasa la mano a través del humo.
Tan excitada estaba que pensé que no podría dormir más, pero me sorprendió el despertador a las siete y treinta y uno, como todos los días.
Al levantarme pensé que lo había soñado. Pero ¡Caray! que sueño más real. ¡Qué miedo pasé! Al llegar la noche, había olvidado el incidente sin más. Me dispuse a dormir... A las cinco y cinco... ella volvió.
Esta vez a mi lado. Era tan alta... No parecía querer dañarme. Sólo me miraba suplicante y, de nuevo señaló el reloj. Esta vez no era un sueño. No podía ser. Superando como pude el miedo, planté los pies sobre la mullida alfombra y me dispuse a levantarme y apuntar algo en un papel. Así por la mañana sabría que no lo había soñado, que estaba bien despierta.
Encontré un papel y un boli en la cómoda, delante del reloj... ¿qué pongo? Al ver el reloj, pensé: Pues la hora valdrá. Y apunté "las cinco y cinco".
Al sonar el reloj a las siete y treinta y uno, el primer pensamiento que se me vino a la cabeza fue comprobar si el papelito estaba allí. ¡Oh no! estaba. Allí mismo, donde lo había dejado con la hora apuntada.
Si no recuerdo mal, es la misma hora que ayer... Así ocurrió durante toda la semana.
Al final, casi no me aterrorizaba. Algunos días aparecía a mis pies, otros a mi vera. Con los días y la calma pude observar su rostro. Atormentado, triste... ¿Quién sería aquella mujer? ¿Qué quería de mí? Insistía en señalar la hora. ¿Acaso quería que hiciese alguna cosa en ese momento?
Las preguntas no me dejaban respirar. Durante el día no podía quitármela de la cabeza...
Las cinco y cinco...
Las cinco y cinco...
Y una noche, de repente ¡Lo ví!
En mi reloj, como siempre marcaba las cinco y cinco.
¡Claro! ¡Como he podido ser tan torpe! :
5:05 Lo dice claramente... si en vez de números fueran letras...
¿Qué pondría en el reloj' : S.O.S
Esa mujer me estaba pidiendo ayuda...
Ahora ya no viene a visitarme. Pero mi corazón no descansa. Sé que tengo que ayudarle, pero ayudarle a qué..."
Los visitantes de alcoba son algo muy común. Siempre quieren algo de nosotros. Demandan nuestra atención provocándonos miedo, terror, angustia. Casi siempre, los testimonios de personas que han recibido sus visitas, hablan de seres a veces terroríficos, pero casi siempre son seres blancos que, seguramente, por alguna razón desconocida necesitan nuestra ayuda para solucionar algo que dejaron por hacer...
Un saludo desde la oscuridad.
Un saludo desde la oscuridad.
27 comentarios:
La verdad es que con estas cosas uno no sabe que pensar, pero lo cierto es que algunas personas afirman haber vivido situaciones similares.
Uno no sabe que pensar.
¿Espiritus atrapados en el Inframundo?
La verdad es que estan cosas son tan antiguas como el mundo. En Egipto, que yo he estudiado algo mas, los espiritus y los hombres vivian unas relaciones cotidianas.
Recuerdo ahora, por ejemplo, las cartas que los egipcios escribian a los fallecidos...
Un abrazo, amiga
Hombre, en Egipto creo que su culto a la muerte es el más evidente de la historia de la humanidad.
No se si conoces el Cairo pero su ciudad de los muertos. Donde todos conviven, vivos y muertos (aunque falte vivienda, en otros países sería impensable compartír "vida" con los muertos) es impresionante.
Es un país fascinante. Un viaje que hay que hacer antes de morir ¡Vaya! todo nos lleva a la vida y la muerte.
Un saludo, antiqva
Natacha.
Hola Natacha!
Me ha gustado un monton tu relato, nose, me era un poco familiar.
La verdad que hasta que no sientes esa sensación, que te tocan los pies, las manos, te miran, no sabes lo que se siente realmente.
Yo por mi parte cuando senti algo similar no me asuste, ni me aterrorice, quiza depende de la forma en la que lo sientas, yo en mi caso senti una caricia no una amenaza por lo que no experimente ese miedo que explicas, me senti tranquila, de hecho, lo vi y volvi a dormirme.
Un beso!
Hola Laura. El relato te suena porque en una ocasión te lo conté.
Ya me contarás tu experiencia. Hazlo aquí, si quieres compartirla con todos.
Un beso fuerte, mi niña.
Natacha.
Holaa Natacha, que lindo blog, que bueno descubrirlo, voy a ir mirando los demas, pero este relato me ha encantado, porque son cosas que si se dan en la realidad.
Un beso,
Soraya.
Pasate por mi Atalaya, te gustara.
Hola soraya, qué ilusión verte por estos lares.
Como ves, hago un poco de todo y todo mal seguramente.
Ya veremos como encuentras las manualidades y el resto de mis blogs.
Pasaré por tu atalaya, seguro.
Natacha.
Amiga, el cartero me trajo un pequeño regalo para ti.
Pasate por IMAGENES Y PALABRAS.
Un abrazo
Al leer esta historia pienso que es posible que la mujer durmiente estuviera viendose a si misma, en un estado mas espiritual de su ser.
El hecho de que no pudiera moverse ni abrir los ojos parece indicar que su espiritu se habia salido de su cuerpo y podia estar rondando por la habitacion.
Es una opinion, solamente.
Un saludo
Hola meryam. Tal vez tengas razón. Son cosas tan especiales, que si no las has vivido, quizá no podamos entenderlas.
Salir de nuestro propio cuerpo... sería una buena explicación.
Gracias.
Vuelve por aquí cuando quieras, eres bienvenida.
Un beso.
Natacha.
Antiqva. No quepo dentro de mí.
Gracias, cielo. Ya sabía yo que esto acabaría bien.
Un beso.
Natacha.
Hi Natacha... Llegue a este blog por otro tuyo (Un país en la Luna).
Me leí todas las entradas de tu blog, que por cierto es muy interesante...
A mi me interesan mucho todo ese tipo de cosas "paranormales".
Saludos!, me pasare por tus otros blogs :)
Hola tru. Gracias por venir. Me alegro que te guste el blog y estas historias diferentes...
Espero verte a menudo por aqui.
Un saludo.
Natacha.
Hola,acabo de leer todos las entradas de éste blog y es que éstas historias me apasiona.yo nunca he tenido ninguna experiecia de esas,y no se como reacionaria,supongo que me llevaria un susto tremebundo....jajaja.
Muchos besos
Hola gatita. Sí la verdad es que dan un poco de miedo... Las personas que aseguran haber vivido experiencias "raras" las cuentan con más normalidad que los que las escuchamos...
Un beso y gracias por tener la santa paciencia de leer todo esto.
Natacha.
Natacha me he quedado fascinada .. con todos los relatos .. sabes otra cosa que tenemos en comun me encanta todo lo relacionado con estos temas... te visitare .. muy bueno el blog .. un beso ..
Gracias lala. Cuanto me alegro de que te gusten estas historias. Seguiremos tentando la noche. Y si algo raro te pasó... cuentamelo y lo hablaremos aquí.
Un beso.
Natacha.
Te recomiendo que leas, (aunque quizá ya la conoces) a Elisabeth Kübert-Ross, una psiquiatra que se comunicaba con muertos. trabajó con enfermos terminales y es mundialmente conocida por sus descubrimientos. Le hicieron pruebas siquiatricas para saber si tenía alucinaciones pero no, estaba más sana que una lechuga batavia.
Hablo de ella en la entrada de mi blog: http://lagrutadelasirena.blogspot.com/2008/01/esas-flores-que-vuelan.html
Algo muy especial nos paso a tí y a mi también, por la forma de entrar en contacto ¿no crees? Quizá sea por algo.
ya veremos.
un beso muy fuerte. Muacks ¡¡¡
Mujer con piernas, buscaré ese libro y voy a ver tu entrada con respecto a esa mujer.
No conozco la historia. Hablaremos de las coíncidencias de la vida. Será interesante.
Un beso, me alegra verte por aqui.
Natacha.
He llegado aquí por recomendación de Antiva y creo que me voy a divertir bastante con tu blog. Como tods las entradas sean como ésta, desde luego. Voy a echar un vistazo.
Un saludo.
Hola Tawaki, qué agradable sorpresa, verte por aqui.
Espero que eso de "como todas sean como esta..." sea buena señal, No sé si te has mondado de risa por la idiotez o porque te ha gustado...
en cualquier caso, me alegra que vengas y que vuelvas.
Un beso.
Natacha.
Natachita:
No he escrito antes porque quería leer todo de cabo a rabo, ya que me fascinan las historias de misterio, más cuando hay un halo de realidad subyacente...
Y debo confesar que me agrada tu estilo literario, además de haberme hecho recordar algo personal.
Cuando era niña sentí una sensación similar en algunas ocasiones, pero vagamente. No tuve miedo, sino ansiedad de saber cómo seguiría, sin embargo no volvió a sucederme en la adultez... será que los niños tienen otra sensibilidad que perdemos al crecer...
Muy bonito este blog también!
Hola @patrulich, Solo por tener la santa paciencia de leer todo esto... te mereces un besazo.
Gracias amiga.
Un beso y vuelve, porfa...
Natacha.
Por cierto @patrulich podrías contarnos eso que te ocurrió. Me encantaría conocer de primera mano historias de este tipo.
Estoy contigo en que los niños tienen un sensibilidad especial, para esto y para todo. Como algunos animales...
Un besito.
Natacha.
Pienso más bien que estas apariciones son producto de la imaginación (como me contaron mis padres, una vez mi madre tuvo pesadillas con un "marciano" a los pies de la cama; tanto le insistió que, al final, mi padre VIÓ realmente al "marciano" ¡!).
No creo en fantasmas (de quien hay que tener miedo es de los vivos, la verdad). Si acaso, podría entender que una persona pudiera dejar su "impronta", como un perfume, en un lugar en el que ha estado y, por tanto, sentimos su presencia cuando no está (pero no hace falta que haya muerto). Esta "presencia" podría impregnar las paredes, por ejemplo. No en vano, hemos perdido capacidad para oler ciertas cosas que los animales aún huelen, y nuestro espectro visible es limitado. Quién sabe, a lo mejor todos tenemos alguna glándula que segrega ectoplasma y no nos hemos dado cuenta aún.
Por simple estadística, si pudiéramos ver a los muertos (tipo el niño de la película El Sexto Sentido) estaríamos totalmente rodeados! Pensad en la proporción de personas muertas desde el principio de los tiempos, comparada con el de personas vivas. Alguien lo calculó aproximadamente y tocábamos a 30 muertos por cada vivo. Y la progresión va en aumento. "Hay" más muertos que vivos. Muchos más. A estas alturas, su presencia debería ser ya asfixiante y claustrofóbica (y ya no quiero ni pensar en el metro en hora punta).
Aún así, estas cosas nos afectan y asustan, incluso a los más incrédulos. No quiero contar mis antiguas sesiones juveniles de espiritismo oui-ja y el miedo que pasé a veces. Por contra, otras veces en que el vaso se movía ¡sólo!, las respuestas evidentes ofrecidas (siempre las esperadas) me demostraban que, de una u otra forma, eramos nosotros mismos los que provocábamos el movimiento, y no ningún espíritu... o alguien estaba usando algún buen truco)
Bowman, vaya recorrido que estás dando... gracias por dedicarme tanto tiempo.
Verás, no has descontado los muertos reencarnados, eso nos quita un buen número de fantasmas jejeje.
Qué miedo con la ouija. Recuerdo una sesión con una amiga en mi casa que había que apagar una vela a escupitajos... te puede imaginar... dios qué asco.
Bueno espero que nunca te ocurra nada raro, para que no tengas que cambiar de opinión.
Un besito, guapo.
Natacha.
Es un placer leerte siempre Natacha, ya sabes que te siento muy cercana. Lo de la ouija lo dejé por miedo... ¡a engancharme! Una vez "parece" que "te sale algo" se convierte en un vicio y no sales de casa y de la oscuridad. Era como una droga.
Besos
Bowman, un beso, lindo
Natacha.
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